A mediados de los 90, mientras Oasis y Blur se iban a las manos por convertirse en la banda-estandarte del movimiento conocido como britpop, existía un tercer grupo en el pelotón que canjeaba flashes, escándalos y convocatoria por autenticidad, calle y una elegancia rea. Hablamos de Pulp, la criatura de Jarvis Cocker que -si bien tuvo su buena repercusión: Different Class (1995) fue cuádruple platino en su país- se concentró más en representar con estilo la britanidad que en salir en la tapa de los diarios. Letras narrativas cargadas de mordacidad y detalles de insider de una clase que no por trabajadora resignaba búsqueda estética o inquietudes artísticas. Esa era -grosso modo- la fórmula que hacía de Pulp, no el grupo más grande, pero sí el más esencialmente inglés del movimiento. Una fórmula que Cocker y antes Morrissey perfeccionaron, pero que un hombre patentó cuando estos todavía no habían siquiera terminado la primaria: Ray Davies, frontman de The Kinks que hoy cumple 80 años, relató de primera mano la historia de la juventud británica de los 60 y 70 y se ganó con ello el reconocimiento de fans y -sobre todo- colegas.